apareció el señor lleno de tiestos
caminando lento como crecen las hojas,
con su olor a tierra húmeda
y toda esa sabiduría
que había ido plantando en macetitas
para que dieran fruto,
el mar sembrado de almendras en el fondo
y aquel sonido salvaje de ballenas blancas
hambrientas de libertades,
una jauría de niños hechos de cobre
corriendo de un lado a otro
como coros de monedas
que chocan alegremente y sin conciencia,
o esta mujer de ojos enormes
que lo observa todo desde su piel oscura
y que todo lo enciende
con un corazón rojo lleno de luces
las cuevas siempre crecen
cuando llueve fuera,
y fuera siempre hay un camino
que lleva a alguna parte
Isabel García Mellado
/Madrid, España 1977
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