sábado, 28 de abril de 2012

Fausto


Aspira sólo al éxito discreto. Desdeña lo acrobático del loco. La recta comprensión y el buen sentido con poco de arte se presentan solos. ¿Es preciso ir a la caza de palabras si se quiere decir algo importante? Claro, vuestros discursos relucientes, en los que aderezáis las tonterías del mundo, son tan vanos como el viento otoñal cuando murmura entre las hojas secas.
 
 Wolfgang von Goethe
/Fráncfort del Meno, Alemania 1832

La poesía China



El cuerpo es el árbol Bodhi
La mente el espejo brillante en que él se mire
Cuidar que esté siempre limpio
Y que polvo alguno lo empañe

                                                  Shen-hsiu 

Nunca existió el árbol Bodhi
Ni el brillante espejo en que él se mire
Fundamentalmente nada existe
Entonces, ¿qué polvo lo empañaría?

                                                  Hui-neng


 Juan Luis Martínez
/Viña del mar, Chile 1942

miércoles, 25 de abril de 2012

De ocultismo


Meris me ha dado estas hierbas y estos venenos que recogiera en el mar, donde llega de muchas maneras; por medio de aquellos he visto a menudo a Meris transformarse en lobo y ocultarse en los bosques. También con frecuencia he visto las almas de sus sepulcros, y transportar las mieses sembradas de un sitio a otro. 


 Virgilio
/Andes, Italia 70 a.C

Bordas de hielo


Vengo a verte pasar todos los días,
vaporcito encantado siempre lejos...
Tus ojos son dos rubios capitanes;
tu labio es un brevísimo pañuelo
rojo que ondea ¡en un adiós de sangre!

Vengo a verte pasar; hasta que un día,
embriagada de tiempo y de crueldad,
vaporcito encantado siempre lejos,
la estrella de la tarde partirá!

Las jarcias; vientos que traicionan; vientos 
de mujer que pasó!
Tus fríos capitanes darán orden;
y quien habrá partido seré yo



 César Vallejo
/Santiago de Chuco, Peru 1892

martes, 24 de abril de 2012

Osram



Dame tus collares
encendidos bajo el azul simétrico

En el árbol inverso
donde nacen las lluvias
un ruiseñor en su cojín de plumas
tanto batió las alas
que desató la nieve
y los pinos blancos allá sobre los lagos
eran mástiles reflorecidos
jarcias bajo la bruma
jarcias entre la espuma
En las olas gastadas
cuerdas de arpas naufragadas
Alumbra el faro boreal
mira las islas que danzan sobre el mar
nunca fuiste tan bella
al borde del camino arrojas una estrella
Vamos
Mi clarín llamando hacia los mares árticos
y tu pupila abierta para todos los náufragos


 Vicente Huidobro

/Santiago, Chile 1893

Espinas cuando nieva en el huerto de Fray Luís


Suéñame suéñame a prisa estrella de tierra
cultivada por mis párpados cógeme por mis asas de sombra
Alócame de alas de marmol ardiendo estrella estrella entre mis cenizas

Poder poder alfin hallar bajo mi sonrisa la estatua
de una tarde de sol los gestos a flor de agua
los ojos a flor de invierno

Tú que en la alcoba del viento estás velando
la inocencia de depender de la hermosura volandera
que se traiciona en el ardor con que las hojas se vuelven hacia el pecho más débil

Tú que asumes luz y abismo al borde de estra carne
que cae hasta mis pies como una viveza herida

Tú que en selvas de error andas perdida
Supón que en mi silencio vive una oscura rosa sin salida y sin lucha


 Juan Larrea

/Bilbao, España 1895

sábado, 21 de abril de 2012

Las pasiones de la voluntad


<<...Pero la voluntad, aunque puede extenderse sobre todo lo que es posible, puesto que es libre por escencia, puede también extenderse sobre las cosas imposibles, por participar del demonio que desea ser igual a Dios. Por ello se altera continuamnte o se deprava con la voluptuosidad y el dolor, cediendo a los poderes inferiores. Así, este apetito depravado hace que le nazcan cuatro Pasiones, que también obseden a veces al cuerpo; la primera se llama delectación, que es una especie de blandura o asentimiento del espíritu o la voluntad, por donde estos se dejan llevar voluntariamente por ese dulzor que los sentidos les representan, consintiendo y obedeciendolo; es por ello que se la define como inclinación del espíritu hacia el placer que corrompe y deprava. La segunda se llama efusión; se trata de una relajación o disolución de la virtud y la fuerza, que se produce cuando se deja disipar toda la fuerza y la intención del espíritu, perdiéndose, cimentándose, esparciéndose a través del dulzor de un buen presente y arrebatándose para el goce. La tercera se llama jactancia, es decir, desborde gozoso cuando se cree haber adquirido un gran bien, cuya posesión induce a un comportamiento insolente, ufano y vanaglorioso. La cuarta y última, es la malevolencia, que es cierto placer que se experimenta al ver el mal en otro, sin interesarse por eso; porque si alguien se solaza en el mal ajeno para su provecho, eso provendrá más bien de benevolencia hacia si mismo, que contrarias a las generadas por el apetito desordenado de placer, a saber, horror, tristeza, temor y despecho o desagrado que se concibe al ver que el bien sobreviene a otro sin que nos haga mal, lo cual se llama envidia; es decir, una tristeza por la felicidad de los demás, como la misericordia es una tristeza por sus males o en sus infortunios...>>


 Cornelio Agrippa
/Colonia, Alemania 1486

sábado, 14 de abril de 2012

Canto del destino de Hiperión




Versión de Otto de Greiff

Vagais arriba en la luz,
en blando suelo, ¡genios felices
brisas de Dios, radiantes,
suaves os rozan
como los dedos de la artista
las cuerdas santas.

Sin sino, como infantes
que duermen, respiran los dioses;
resplandecen
en casto capullo guardados
sus espíritus
eternamente.
Y en sus ojos beatos
brilla tranquilo
fulgor perpetuo.

Mas no nos es dado
en sitio alguno posar.
Vacilan y caen
los hombres sufrientes,
ciegos, de una
hora en la otra,
como aguas de roca
en roca lanzados, 
eternamente, hacia lo incierto.


 Friedrich Hölderlin

/Württemberg, Alemania 1770

Como cada mañana


Ahora sé
que estas calles nos han hecho solitarios
y nuestro corazón
tiene el pulso amarillo
de las maderas lentas de un tranvía.

Sobre su cuerpo viejo
andábamos despacio, de forma irregular,
con una simetría parecida a los árboles.

Era hermoso acudir
cada mañana
y respetar la cita con la hiedra
del muro,
los ropajes cansados de las casas estrechas
y de las calles sucias. Agradable
cruzar sobre algún puente,
detenerse lo exacto
para ver cómo el agua discute en las orillas.

En su jardín olimos
los primeros inviernos, su curso indefinido
por entre las palmeras.
Casi nadie pasaba,
sólo había
cuarenta sillas rojas
de los bares cerrados y alguna soledad
definitiva.

Durante muchos años,
durante tantos días que pasaron
el uno tras el otro,
el deber era un cierto paseo solitario,
la cita con un rumbo que sólo desviamos
para pisar las horas que caían,
los sueños que faltaban,
la superficie helada de los charcos,
para saltar los setos
o besamos las uñas moradas por el frío.
Y llegando a la puerta solíamos comprar
pequeños caramelos de nata o de violetas.

Entrábamos por fin para mezclarnos
como cada mañana de la vida
con el paso cansado, los azulejos fríos
de un mundo hecho en latín
y números romanos.

Ahora sé
que en aquella ciudad deshabitada
la gente andaba triste,
con una soledad definitiva
llena de abrigos largos y paraguas.


 Luis García Montero

/Granada, España 1958