jueves, 17 de mayo de 2012

Séptima elegía de Duino



A propósito de la brutal elevación figurativa que menciona Espinoza en su charla: "El número Omega" con respecto a los hombres antiguos...

<<...Que esto no nos desconcierte; que fortalezca en nosotros
la custodia de la forma todavía cognoscible.
La que antes entre los hombres se levantaba, la que antes
se erguía en medio del hado anonadador y en medio
de ese no-saber-dónde, cual si fuera, y a la tierra
doblegaba las estrellas desde los cielos seguros.
Ángel: a tí te la muestro una vez más: ¡Allí! ¡Frente
a tus miradas se yergue salva al fin, al fin de pie!
Columnas, fustes, esfinge... el afanoso elevarse
de la catedral que surge, gris, de la urbe caduca
o de la urbe extranjera. ¿No era acaso un milagro?
¡Oh, maravíllate, Ángel, pues nosotros somos eso!

Gran Ángel: nosotros fuimos capaces de tales cosas;
proclámalo, que mi aliento no es bastante a celebrarlas.

Así, con todo, a nosotros no nos han faltado espacios,
esos espacios que guardan, los espacios que son nuestros.

(¡Qué espantosamente grande deben ser esos espacios,
ya que milenios de nuestro sentimiento no los colman!)
Pero una torre era grande ¿no es verdad? ¡Oh!, Ángel, lo era...
¿No era grande aun a tu lado? Porque Chartres era grande...
Pero más alto y más lejos aún llegaba la música.
¡Oh! Y hasta un simple amante, una amante solitaria
en la ventana nocturna... ¿no alcanzaba a tus rodillas?...>>


 Rainer María Rilke
/Praga, República Checa 1875 

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