domingo, 8 de julio de 2012

Una visión de sala de anatomía


En el bruegeliano panorama de humo y carnicería

solo dos permanecen ciegos a aquella
horda de putrefacción:
a la deriva en el mar de la sedosa falda
azul de ella, canta él en dirección
a su desnuda espalda y sobre él se inclina
ella solfeando una hojita de música,
sordos ambos al violín de la calavera
que ensombrece su canción.
Estos flamencos en flor; no por mucho tiempo
Y sin embargo salva la desolación del cuadro
la pequeña escena absurda, delicada,
en el ángulo inferior a la derecha.


 Sylvia Plath

/Primrose Hill, Londres 1932

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